Acabo de correr por el parque de Vallparadís, hacía buen tiempo, un poco nublado quizás. Cruzo la misma calle de siempre, cuando empiezo a oír sirenas. Unos cincuenta metros más adelante, veo a un niño tirado sobre la acera, y junto a él un monopatín. El ruido ensordecedor de la policía local se confunde con el que intuyo proviene de la ambulancia.
Un policía nos pregunta si alguno de nosotros ha visto el atropello. Alguno se acerca y afirma. Yo sigo caminando, con el alma encogida, pidiendo a quien pueda escucharme que todo salga bien.
Llego a casa. Me meto en la ducha con un sentimiento ambiguo, deseando que el agua que ahora recorre mi cuerpo, limpie de verdad todo aquello que ensucia lo bello de la vida.
Y sí, ya sé, que el dolor es inherente e innato a nuestra existencia. Pero a veces pesa demasiado.
Oniromancia
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- ¿Por qué te empeñas en querer ser ciego?
- Para desconocer el color del miedo.
Hace 9 años
5 comentarios:
Qué horror. Escenas como ésas te dejan fatal.
¿Sabes algo de cómo se encuentra el niño?
Besos
Menos mal que si tenemos esa belleza de la vida a flor de piel, enseguida va a volver a hacer acto de presencia y ocultar o hacernos olvidar esos sucesos desgraciados.
De lo contrario, sería muy triste nuestra existencia.
Un abrazo
Hola Tan,
Aún no sé nada... miraré mañana el periódico.
Gracias. Buenas noches...
Cierto Julio.
La manera de superar las crisis es algo encomiable del ser humano.
Al menos tenemos ese instinto de supervivencia...
Tu blog es sencillo y directo y en este mundo de blogs donde le damos doscientos mordiscos a cada cañamón mental resulta refrescante y de agradecer.
Me has recordado una historia que, con tu permiso y dando una vuelta de tuerca te cuento mañana en mi blog. Visítame y comentamos. Desde hoy cuentas con un seguidor mas.
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